EL MUNDO ENTERO BAILA EN CASA

No sé cuántos vídeos recibí a través de las redes el viernes pasado. Supongo que, como cualquier día de la cuarentena, las grabaciones e imágenes circularon con una intensidad inversamente proporcional al movimiento de nuestras vidas. Pero, en medio de ese tráfico a menudo atosigante, uno llamó mi atención de inmediato. Lo enviaba una compañera de danza, que lo presentaba con la siguiente afirmación: «El mundo entero baila en casa.» Lo abrí de inmediato y quedé fascinada. Es lo más hermoso que he visto desde que comenzó el confinamiento. No me resisto a traerlo a este espacio en el que tanto me gusta atesorar cosas bellas. 

El vídeo al que me refiero se ha hecho tan popular (dadas las circunstancias, me cuesta decir que “se ha hecho viral”), que es más que probable que quienes lean estas líneas ya lo hayan visto. Se trata de un mensaje de ánimo suscrito por la Ópera Nacional de París y encabezado por el célebre lema Yo me quedo en casa en su versión francesa: Restez chez vous. En él se puede ver al cuerpo de baile de la prestigiosa institución ejercitándose durante su encierro, bajo las notas majestuosas del Romeo y Julieta de Serguéi Prokófiev. El resultado es emocionante. A solas, en dúos o en tríos, con la doméstica intervención de encimeras que sirven de barra de ballet y de niños que ejercen de danzarines espontáneos, en ropa de ensayo, envueltos en colchas, sumergiéndose en bañeras, bailando en descansillos, garajes, terrazas e incluso ―algún afortunado― en un jardín: el triunfo de la danza frente a la angustia y la parálisis. El vídeo, firmado por el realizador Cédric Klapisch, nos muestra en un montaje maravilloso a algunos bailarines en la soledad de sus hogares, a otros inmersos en la vida familiar o de pareja, e incluso, a través de un divertido trío sobre una cama, las lúdicas posibilidades de los que comparten piso en este tiempo de soledad. El mundo entero baila en casa, es verdad, y unos pocos consiguen elevarse sobre ese encierro hasta alcanzar la cima de la belleza.

Un detalle añadido a la emoción de las imágenes: al final del vídeo, un cartel agradece su labor a ciertos colectivos que están trabajando por todos en estos momentos de zozobra. Además de los que se le vendrían a la cabeza a cualquiera, aparecen los profesores. Mi gratitud eterna a la Ópera de París.


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