UNA PÁGINA EN BLANCO

Desde que hace unos años lo descubrí en las redes sociales, me gusta proponer un juego a mis amigos de Facebook cuando el mes de diciembre está cercano a su fin. Es un juego un tanto ingenuo, pero me permite felicitar el año nuevo esquivando un poco los lugares comunes, además de poner en común una de las cosas que más me interesan de las vidas ajenas: las lecturas de cada cual.

El juego en cuestión consiste en abrir el libro que se está leyendo en esos momentos por una página cuya numeración coincide con las dos últimas cifras del año que está a punto de empezar. Hay que localizar la primera frase completa que aparece en dicha página y dejarla como comentario en mi muro de Facebook. No compromete a mucho, como se puede apreciar.  Me gusta advertir a los participantes, en tono de broma (aunque no del todo), que los pasajes que descubran por este procedimiento serán mensajes en clave que nos envía la literatura sobre el año nuevo. Francamente, en este caso espero que no sea así: el balance de nuestras páginas 19 ha arrojado un estremecedor predominio de revueltas, guerras, enfermedades y catástrofes varias. Por mi parte, la frase que encontré habla de un autor que se sienta frente a su escritorio y, tras ordenar sus ideas, sólo consigue escribir lo siguiente: «A». En fin.

Lo que más me gusta de este juego es que me da el pulso de las lecturas que tienen en curso mis amigos y conocidos. Además de que es divertido comprobar cómo, en un porcentaje muy elevado, los amantes del arte dejan citas sobre pintura; los que disfrutan con la naturaleza, descripciones de hermosos parajes, arroyos y cantos de pájaro. Los que escribimos, nos encontramos con frases sobre gente que escribe también. Los maestros vocacionales, con niños que acuden a la escuela. Los tendentes a la polémica, con revueltas y reivindicaciones. Parece claro que tendemos a movernos en los terrenos en los que nos reconocemos y que leer es, con frecuencia, mirarnos en un espejo.

Pero el caso más singular que se ha producido este año no aparece en mi muro de Facebook: precisamente por eso le dedico esta entrada. Lo protagonizó una amiga que me escribió para contarme lo que le había sucedido (y que espero que no se moleste al ver que le doy difusión a su historia. Hay que tener cuidado con lo que se me cuenta, porque mis escritos se componen en buena medida de lo que veo y escucho a mi alrededor). El caso es que la amiga en cuestión, dispuesta a participar en el juego, buscó la página 19 del libro que estaba leyendo… y se encontró con que coincidía con el espacio en blanco del final de un capítulo. No se arredró por ello y buscó el libro que había terminado justo antes. Cuál no sería su sorpresa al comprobar que la situación se repetía. La página número 19 estaba ocupada por un desalentador ―o sugerente, según se mire― vacío en el que no había palabra alguna. ¿Cuántas posibilidades hay de que algo así suceda? Vamos a tener que pensar que semejante insistencia oculta una intencionalidad. ¿El año 2019 como una página en blanco repleta de posibilidades que cada cual puede escribir a su gusto, sin presiones ni inicios que condicionen lo que vendrá? Maravilloso mensaje que hago extensivo para mí y para los que me leéis. Por cierto: feliz página en blanco a todos.

Comentarios

  1. ¡Feliz 2019! Y que tengamos todos muchas páginas, unas llenas de buenas historias y otras en blanco para escribirlas. Un saludo PD: acabé el libro sobre el que hice el comentario y lo recomiendo. Flâneuse de Lauren Elkin

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  2. Gracias por tus buenos deseos y por tu recomendación. Tomo nota del título y de la autora, a la que no conocía.

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