EL ARTE DE LA PACIENCIA


Hace dos semanas, me encontraba yo en el interior del Fuerte de Bard, una impresionante fortaleza del Valle de Aosta que ha sustituido su tradicional función militar por la de centro de cultura y exposiciones. La intención que me había llevado hasta allí en compañía de dos amigos era la de visitar una exposición del gran fotógrafo Robert Doisneau. Nos disponíamos a hacerlo, cuando desde una pared me saludó este rostro inquisitivo. Tuve la clara sensación de que el zorro apoyado en el muro esperaba pacientemente a reclamar mi atención. Lo miré. Casi diría que nos miramos. Fue un reclamo irresistible: el plan inicial se amplió así con la visita a otra muestra también de fotografía, pero de carácter bien distinto.

Wildlife Photographer of the Year es la exposición que cada año exhibe las imágenes ganadoras del concurso del mismo nombre organizado por el Museo de Historia Natural de Londres. El concurso tiene, como es obvio, la naturaleza como tema central, y está estructurado en distintas modalidades: especies animales (invertebrados, mamíferos, aves, reptiles), plantas, entorno urbano, fotografía submarina y en blanco y negro, jóvenes fotógrafos… Yo había tenido ocasión de conocer a través de los medios algunas de las fotografías premiadas en ediciones anteriores, pero nunca les había dedicado una atención tan exhaustiva. Fue toda una experiencia. Las imágenes, ya una fuente de disfrute por sí solas, vienen acompañadas de cartelas que explican las circunstancias en que fueron tomadas. El visitante toma así conciencia no sólo de la sensibilidad y la obvia pericia técnica de los autores, sino de su resistencia a las condiciones extremas, su desafío a las dificultades y los riesgos, su extraordinaria paciencia. Algunos fotógrafos habían permanecido horas en medio del frío más extremado, a la espera de que el animal objeto de su interés se dispusiera de forma adecuada frente a su cámara. Otros habían buceado, navegado, se habían encaramado a árboles o lanzado en parapente portando su equipo fotográfico, en busca del ángulo perfecto o inusitado. Todos, en definitiva, habían hecho gala de una extraordinaria paciencia: detrás de cada una de las imágenes había largas esperas e infinitos intentos frustrados. El espectador, en su posición de privilegio, sólo ve el resultado de las sesiones afortunadas, aquellas en que el fotógrafo es premiado con la aparición de un furtivo animal nocturno al que lleva noches esperando o con el precioso despliegue de criaturas subacuáticas o aéreas frente a su objetivo.

El resultado de todo lo anterior es una muestra deslumbrante, un increíble repertorio de imágenes que sobrecogen por lo bellas, asombran por lo inesperadas, entristecen por la dureza que denotan. Majestuosas criaturas amenazadas, seres diminutos que se erigen por una vez en protagonistas, fieras imponentes y conmovedores cachorros; y por detrás, la huella perenne del ser humano, capaz lo mismo de destruir un paisaje o una especie que de poner su empeño en sacar adelante a los huérfanos que deja su labor destructora.

Incluyo tres de las fotografías que más me llamaron la atención. La primera es probablemente la más hermosa vista de la muestra: la que captó el italiano Stefano Unterthiner en el Valle de Aosta cuando una bandada de quebrantahuesos punteó de negro los suaves tonos pardos de la pared rocosa. La segunda fue realizada por el británico Andrew Parkinson y es un canto a la limpia belleza del paisaje nevado en el Parque Nacional Cairngorms en Escocia, en una de cuyas laderas se situaron tres liebres en geométrica e inesperada formación. La tercera es en sí toda una historia. Es obra del fotógrafo sueco Mats Andersson, que relata cómo una primavera disfrutó de la compañía de una pareja de búhos hasta que una noche encontró a uno de ellos muerto en el bosque. Andersson realizó este conmovedor retrato en blanco y negro del superviviente, que tituló Réquiem por un búho.



Comentarios

  1. Las peripecias de los fotógrafos, en las que no reparé, me han hecho recordar la frase que el locutor Ramón Trecet utilizaba siempre para despedir su magnífico programa musical Diálogos 3: "Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo". De alguna forma pude sentir algo de esa protesta.
    Un saludo. Emilio.

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    1. Me encanta visitar exposiciones en compañía; parte del encanto es ver la diferencia entre mi mirada y la de los otros. A mí en esta exposición las historias que figuraban al pie de las fotografías me parecieron tan interesantes como las imágenes y, como bien sabes, me las leí de principio a fin (no puedo evitar tener un sentido narrativo de la vida). Estaba tan abstraída, que no percibí el malestar que te producía la contemplación de un paraíso amenazado por el ser humano. A mí me maravillaba constatar la sensibilidad de ese ser humano para captar la belleza. Dos caras, en definitiva, de la misma moneda.

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