Hace
un mes comprobé con disgusto que había cerrado uno de los blogs que yo leía con
asiduidad desde hacía años. Su título es Con
L mayúscula; conocí a su autor, Carlos F. Romero, cuando a comienzos de
2012 me hizo una entrevista para la publicación digital Culturamas con motivo de la condición de finalista del premio
Setenil de mi libro de relatos Los
muertos, los vivos. No es extraño que dicha circunstancia lo hiciera
ponerse en contacto conmigo: Carlos F. Romero ha estado entregado durante mucho
tiempo a la loable tarea de dar difusión a autores al margen de los grandes
circuitos comerciales. Su blog estaba en
esa misma onda.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
miércoles, 23 de septiembre de 2015
LECTURAS DEL PASADO VERANO (2015)
Desde
hace meses, tenía sobre la mesilla de noche las fotocopias de un par de relatos
de Alice Munro. Cuando esta escritora recibió el premio Nobel hace ya casi dos
años, me llegaron textos suyos por diversas vías: enlaces a páginas web, copias
impresas de cuentos que circulaban por la red. Yo nunca había leído nada de
esta autora, lo confieso. Pero mi primer contacto con uno de sus textos ―un
relato perteneciente a su libro Demasiada
felicidad, que un amigo me envió para conocer mi opinión― me impulsó a
subsanar tan imperdonable vacío y a leer obras completas. En cambio, estos dos
cuentos de los que hablo se traspapelaron. Anduvieron rondando por mi casa
hasta que los rescaté y los coloqué sobre la mesilla de noche, en ese abultado
montón de los que esperan a ser leídos. A ellos les tocó esperar mucho. Hará un
par de semanas, en medio del maremágnum de final de curso, me encontré con un
rato libre inesperado y busqué algo breve para leer. ¿Relatos independientes?
Nada mejor. Me sumergí así de nuevo en el mundo turbio, inquietante, de esta
escritora peculiar. Personajes que bajo su plácida apariencia arrastran el
pesado lastre de una culpa, de un secreto inconfesable. Confortables rutinas
domésticas en las que se abren fisuras que conducen directamente al malestar, a
las pasiones malsanas, al horror. Los cuentos de Alice Munro son como la vida:
uno tiene siempre la sensación de que no comprende del todo, de que hay algo
más allá de lo que aparentemente sucede. Cuando terminé con las fotocopias, me
informé de a qué libro pertenecían los dos relatos que acababa de leer. Ya lo
tengo en mi mesilla, aguardando a ser leído: El amor de una mujer generosa. Esta vez, la espera será mucho más
breve.
lunes, 21 de septiembre de 2015
AMIGO EINAUDI
Me sorprende darme cuenta de que, en este espacio que voy poblando con todo aquello que me interesa o agrada, todavía no he hecho mención alguna a Ludovico Einaudi.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
DEJAR PARTIR
Llevo
unos cuantos años siendo tutora de grupos de alumnos de 1º de ESO. Para los que
no estén familiarizados con el tema, diré que se trata de los recién llegados
al instituto, los que acaban de abandonar el colegio ―normalmente, un centro de
dimensiones más reducidas, en el que se les dispensa un trato familiar― para
incorporarse a la enseñanza secundaria y enfrentarse a una serie de elementos
que son un simulacro a pequeña escala de la vida adulta: el anonimato de ser
uno más entre cientos de estudiantes, la desorientación que produce un edificio
con múltiples dependencias, la convivencia con compañeros mayores ―algunos de
ellos adultos de verdad― y el elevado número de profesores a los que parece
imposible llegar a conocer y, más aún, que lo conozcan a uno y se interesen por
sus problemas. Si no han tenido ningún contratiempo en su vida escolar, estos
alumnos llegan a nosotros con doce años o, en caso de ser nacidos en el último
trimestre, con once. Son los más jóvenes del centro. Se les distingue de inmediato,
no tanto por su tamaño como por su actitud de asombro o de franco recelo. A mí
me encanta trabajar con ellos. Conservan aún todo el encanto de la infancia.
Son espontáneos, imaginativos, ingenuos, divertidos. Ruidosos e inquietos,
también. Pero yo no los cambiaría por nada: ni siquiera por el mejor grupo de Bachillerato
del mundo.
lunes, 7 de septiembre de 2015
CABALLOS EN EL AGUA
Sueño
mucho con el mar. En mis sueños, las olas rompen al pie mismo de mi balcón y
lamen las paredes de la casa que habito. Suele ser un mar negro, nocturno, que
me produce inquietud. Otras veces es una superficie acerada, de una calma casi
sobrenatural, que parece presagiar un hecho extraordinario e inminente. A lo
largo de mi vida he tenido temporadas en las que otros motivos ocupaban mis
sueños de forma habitual: edificios laberínticos, persecuciones por la ciudad, escaleras
de caracol que hay que bajar a la carrera, repentina sensación de ingravidez
que me lleva a levantar el vuelo. Algunos de estos temas hace mucho que no se
repiten. El mar, en cambio, está siempre ahí, desde mi infancia.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
LOS CUADROS DE AGOSTO (2015)
La expectativa es el cuadro más conocido del surrealista alemán
Richard Oelze (1900-1980). En él, el pintor da un paso más allá del sugerente
recurso de pintar una escena desde su parte posterior: los hombres y mujeres
que la protagonizan no solo nos dan la espalda, con la consiguiente
indeterminación de sus rasgos y expresiones faciales, sino que miran con
interés algo cuya naturaleza también se nos escapa. Solo dos de ellos nos permiten
ver su cara, que aparece reducida a sus líneas esenciales, como un rostro-tipo
carente de individualidad. Del resto de los personajes solo vemos el abrigo y
el sombrero que los cubre: no hay manos, ni apenas piel ni cabello a la vista.
Nos da la impresión de que este grupo humano que ve o espera ver algo que
ignoramos está formado por seres que han perdido su carácter singular para
fundirse en una masa con la voluntad común de aguardar a que algo suceda. Son
varios los elementos que añaden misterio a esta escena ya de por sí inquietante:
el carácter antinatural del colorido, circunscrito a distintas gamas del pardo
y el verde, y la presencia de un cielo tormentoso que no parece augurar nada
bueno. Sería fácil encontrarle una interpretación existencial a la imagen de
este colectivo que explora un horizonte amenazador, pero si hay algo que me
atrae de esta obra es su misma imprecisión, el juego de incertidumbres creado
por la gente que observa y espera mientras es observada a su vez por el que
espera en el exterior del cuadro.
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